Alimentación y rosácea

La rosácea es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que afecta a individuos entre 30 y 50 años de edad. Es más común en mujeres, pero más severa en hombres. 

Los síntomas principales afectan a la parte central de la cara. Se caracteriza por presentar enrojecimientos, picores, telangectasias, pápulas y pústulas. Además, sobretodo en los hombres, puede darse fimosis en la zona de la nariz.

¿Qué ocurre durante la enfermedad?

La piel actúa protegiéndonos de las sustancias del exterior. Esta función de barrera se ve alterada en los pacientes con rosácea, debido a que se deshidrata la piel y se pierde la película de grasa protectora, haciéndonos más sensibles a las agresiones externas.

Además, se produce una hipertrofia de las glándulas sebáceas, las que secretan sebo. La acumulación de este sebo da lugar a las pápulas y pústulas características de la enfermedad. 

Eje microbiota – intestino – piel

La piel y el intestino están conectados. Una alimentación o hábitos de vida inadecuados, pueden hacer que se altere el número o tipo de bacterias beneficiosas que viven en nuestros órganos. Si se alteran, se produce una disbiosis, que genera inflamación. Esta inflamación, como hemos visto en otros posts, aumenta la permeabilidad, permitiendo el paso de sustancias nocivas a la sangre. Estas sustancias, viajan por el cuerpo y pueden producir inflamación en otros órganos o tejidos. Así, se ha visto que las personas con rosácea presentan disbiosis tanto en la piel como en el intestino. 

Se ha visto que aquellos individuos que sufren esta enfermedad, tienen mayor incidencia de H.pylori y de SIBO (sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado). Además, un microorganismo de la piel, Demodex folliculorum, presenta un crecimiento aumentado en las personas con rosácea. Ello hace que se produzca más sebo y se alteren los folículos de la piel, empeorando los síntomas. Todo esto evidencia que existe una relación entre el intestino y la piel.

Por esto, es importante que cuides tu alimentación. Llevar un estilo de vida poco saludable, es una de las principales causas por las que se altera la microbiota y, por tanto, por la que aumenta la probabilidad de que sufras enfermedades inflamatorias.

¿Qué recomendamos?

Debemos cuidar nuestra salud intestinal. Para ello, es importante alimentarse de forma saludable y aprender a gestionar las emociones.  Nuestra principal recomendación es que acudas a un nutricionista, puesto que se han identificado algunos componentes de los alimentos que pueden empeorar los síntomas. Por eso, es importante detectarlos para restringirlos de la dieta.

Además, te proponemos:

  • Evitar cualquier ultraprocesado y el alcohol. ¡Son altamente inflamatorios!
  • Tomar probióticos orales. Algunas especies de bacterias ayudan a reducir la inflamación y a mejorar los síntomas de la rosácea.
  • Aumenta el consumo de frutas y verduras. La fibra nos ayuda a cuidar las bacterias intestinales y favorece la producción de sustancias antiinflamatorias.
  • ¡Incrementa el consumo de carne, pescado y huevo! Contienen zinc, que ayudan a combatir la inflamación y el estrés oxidativo
  • Prioriza los pescados grasos. Los ácidos grasos omega 3 que se encuentran en este tipo de alimentos actúan desinflamando. 
  • Realiza ejercicio físico diario. Entrenar ayuda a disminuir el estrés y el exceso de grasa corporal, mejorando la inflamación.